La mejor prueba de la popularización del tourbillon es que hasta en un modesto blog como este nos podemos permitir el lujo de presentar una pieza aunque, lógicamente, los que esperen un Breguet o un Blancpain se llevarán una desilusión.
Tourbillon chino Liaoning
El tourbillon fabricado por Liaoning se puede encontrar en los relojes más asequibles con esta complicación hasta hace poco reservada a unos pocos privilegiados.
Si bien al principio había que soltar unos 1.500 euros para disfrutar de esta maravilla, los precios han ido bajando de forma vertiginosa y actualmente se puede conseguir por tan solo 300 euros.
La Red está plagada de análisis y revisiones de esta máquina que se ha comercializado bajo un centenar de marcas diferentes y las opiniones de expertos y aficionados suelen ser coincidentes: baja calidad, poca fiabilidad, imposibilidad de reparación, etc.
Sólo cuando el British Horological Institute encargó una tirada para conmemorar su centenario algunos aficionados se reconciliaron con este tourbillon chino y lo empezaron a ver como una opción a tener en cuenta. ¿Por qué no disfrutar de una complicación hasta hace poco inalcanzable por una pequeña fracción de lo que vale su equivalente suizo?
Lo sorprendente es que también existe esa versión suiza comercializada bajo la marca Cecil Purnel que al llevar el Swiss Made en el dial redime al tourbillon chino de su oscuro origen, eso sí, a cambio de varios miles de euros.
Desmontaje y puesta a punto
El reloj debe de tener tres lustros y en los últimos años ha empezado a perder reserva de marcha, después a sufrir paradas intermitentes y, finalmente, se negaba a arrancar al darle cuerda a no ser que se moviera de forma enérgica. Todos ellos, síntomas de que necesita una limpieza y aceitado como le ocurriría a cualquier otro reloj con independencia de su origen.
Retirar agujas y dial es la tarea más delicada cuando se desmonta un reloj porque su valor estético es superior a su valor funcional y si sufren algún daño el reloj, aunque funcione a la perfección, perderá gran parte de su valor.
Con el dial a buen recaudo podemos acometer de forma sosegada el desmontaje de la máquina en la que ya podemos observar una primera peculiaridad porque el cañón de minutos ocupa el centro del movimiento y la rueda de horas la parte superior cuando, normalmente, la segunda se monta sobre el primero.
En este momento ya podemos acceder al tourbillon en su totalidad y, posiblemente, podríamos extraerlo sin desmontar nada más pero, dado que el reloj muestra un mal funcionamiento aprovecharemos para inspeccionar otras partes móviles.
Tras retirar cañón de minutos, rueda de horas y rueda intermedia quedan a la vista los engranajes responsables de la puesta en hora que, aunque visualmente resultan frágiles, lo cierto es que es uno de los aspectos más logrados del mecanismo ya que la puesta en hora se hace con gran precisión y solidez.
Al levantar la placa que cubre el calibre el nivel de los acabados se muestra en toda su crudeza. Yo al menos no esperaba encontrar Cotes de Geneve, puentes y tornillos biselados y perlaje en las zonas más recónditas.
El aspecto más destacable en esta fase es que la placa que cubre todo el calibre es de un grosor excepcional y la razón no es precisamente la de aportar robustez al conjunto si no que viene impuesta por la altura de la jaula del tourbillon. Con una placa de grosor normal las agujas quedarían por debajo del plano del tourbillon y habría que rediseñar el conjunto con un dial descentrado hacia las 12. La única forma, por tanto, de situar las agujas por encima del tourbillon es mediante esa gruesa placa y es en este tipo de detalles donde radica la diferencia entre un tourbillon de 300 euros y uno de varios miles.
El volante ha salido con la única precaución de aflojar los tornillos sin ejercer la más mínima presión vertical ya que toda la jaula pivota sobre un único eje y los esfuerzos laterales podrían ser fatales. Queda por tanto probado que los tornillos, en contra de lo que suelen afirmar algunos aficionados condicionados por el origen chino del reloj, no son sólo un adorno.
El volante es absolutamente convencional salvo por que el puente es muy liviano ya que en el tourbillon el peso del conjunto es fundamental. La fuerza del muelle real se reduce a medida que se aleja del barrilete de tal forma que en el otro extremo, el volante, basta una fibra textil para detener el reloj. La rueda que porta el tourbillon es la tercera desde el barrilete y el peso que puede transportar es limitado lo que obliga a que la jaula y todos sus componentes pesen lo menos posible.
Prescindir de la rueda de escape y el áncora permite una mejor aproximación al funcionamiento del tourbillon. De arriba a abajo tenemos el barrilete en cuyo interior está el resorte principal o cuerda, debajo la rueda de centro y bajo esta asoma la rueda primera que engrana con la jaula del tourbillon en un emplazamiento que, en un reloj convencional, estaría ocupado por el pequeño segundero a las seis.
Un sólo puente cubre áncora y rueda de escape también con sus dos tornillos perfectamente funcionales.
En la imagen anterior quedan a la vista los rubies en los que pivotan la rueda de centro, la rueda primera y la propia jaula del tourbillon que, como ya hemos mencionado, sería la rueda de segundos en un reloj con segundero a las seis.
Los restos de aceite reseco no son fruto de esa falta de limpieza, atención y esmero propia de los operarios chinos, no, en absoluto. He sido yo mismo quien intentó aceitar el movimiento sin desarmarlo cuando empezó a funcionar mal con el desastroso resultado que se puede observar. Lo cierto es que no me atrevía a desmontarlo después de leer cientos de opiniones sobre su falta de fiabilidad o que experimentados relojeros huían asustados con solo oír su nombre.
Por fin podemos acceder a la jaula cuya voluptuosa desnudez muestra la esencia del escape de áncora suizo conocido en tiempos como "ancre ligne droite" que viene a decir que se puede trazar una línea recta entre los rubies del volante, el áncora y la rueda de escape tal como se ve en la imagen,
La rueda plateada va fijada a la base mediante dos tornillos y sobre su dentado exterior se desplaza la rueda de escape completando una vuelta por minuto,
En el lado opuesto aparece en primer término el piñón que es impulsado por la rueda primera y que, gracias al rodamiento de bolas, hará rotar toda la jaula transportando simultáneamente el escape.
Como el movimiento carece de complicaciones como el calendario o el módulo automático la puesta a punto ha sido rápida y mucho más sencilla de lo que cabría esperar para tratarse de todo un tourbillon.
Ahora a disfrutarlo otros tres lustros.
¿He dicho ya que los tornillos eran de verdad?
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