Agua dulce, salada o clorada.
¿Quién no se ha encontrado alguna vez con la desagradable sorpresa de que a su reloj le ha entrado agua?
Si en cualquier reloj puede suponer un grave contratiempo en un vintage puede convertirse en un auténtico drama por la dificultad para conseguir piezas, el precio de las mismas, la escasez de relojeros...
Por si fuera poco, los relojes vintage son especialmente propensos a sufrir este tipo de accidentes porque no suelen ser piezas con una especial resistencia al agua e, incluso cuando se trata de relojes sumergibles, la ausencia de revisiones periódicas y el uso de piezas no originales la han mermado de forma sustancial.
Ignora las recomendaciones habituales
Si quieres salvar tu reloj lo primero que debes hacer es huir de consejos como meterlo en arroz, abrirlo y darle aire con un secador, ponerlo al sol, utilizar algún desecante comercial como las bolas del gel de sílice, etc.
Sólo en el caso de que la entrada de agua haya sido mínima y siempre que se trate de agua dulce podemos arriesgarnos y escoger uno de esos caminos de incierto final.
Menos peligroso y mucho más sencillo es llevar el reloj puesto hasta que veamos que el cristal deja de estar empañado ya que propio calor del brazo hará subir la humedad hasta el cristal manteniendo la máquina "a salvo".
Agua de mar o piscina
Si tienes la mala suerte de que a tu reloj le entra agua salada, aunque sea una pequeña cantidad, la única solución es acudir a un profesional o el reloj estará perdido.
La capacidad del agua salada para oxidar el metal en poco tiempo obligará a cambiar un buen número de piezas y el mecanismo habrá envejecido 30 años de golpe.
Otro tanto ocurre si el accidente ocurre en una piscina debido al poder corrosivo del cloro que, en ocasiones, se ve incrementado por la adición de sal como tratamiento coadyuvante.
El daño del agua clorada no deja unos residuos tan visibles como el agua del mar y puede dar la falsa impresión de que el daño será menor aunque el proceso de oxidación ya se haya iniciado.
Un caso práctico
Para ilustrar lo comentado hasta ahora vamos a comprobar el daño que el agua de piscina pude llegar a hacer en sólo unas semanas.
Afortunadamente no se trata de un vintage si no de un reloj automático chino de 15 euros.
Al reloj le entró agua en la piscina y su propietario, al tratarse de un reloj de escaso valor, se atrevió a sacar la máquina que secó lo mejor que pudo. Pensando que había resuelto el problema estuvo usando el reloj varios días hasta que, finalmente, el reloj se paró.
Veamos lo que ocurrió realmente.
El reloj no carga cuerda de forma manual ni automática y bajo el rotor aparecen signos de oxidación.
El módulo automático ha sufrido un daño importante y el piñón de la masa oscilante, en el centro de la imagen, se ha llegado a soltar posiblemente porque se ha forzado su movimiento cuando el tren de ruedas estaba agarrotado por el óxido.
El rodaje también está cubierto por el óxido y en algunos tornillos, de material menos noble, los daños son especialmente graves.
La situación obligará a desmontar el reloj en su totalidad y a intentar sanear las partes más afectadas para volverlas a utilizar ya que, en un reloj tan económico, no tendría sentido una solución más costosa.
Finalmente, tras varias horas de entretenido trabajo, el reloj volvió a funcionar aunque algunas partes habían sufrido tanto daño que quedaron en un estado algo "precario".
Es tan posible que se pare a los tres días como que funcione durante años sin el menor problema pero, en cualquier caso, el reloj ha envejecido 30 años de golpe.
Alguno pensará que los daños son tan graves y tan abundantes debido a la mala calidad del reloj chino pero, desgraciadamente, no es así. En una situación similar los daños en una ETA 2824 o en un Omega serían prácticamente idénticos con la diferencia de que sus piezas son mucho más caras.
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